sábado, 19 de diciembre de 2015


 A Madrid.




Este domingo de reconciliación y desagüe,
de desarme,
esta tregua momentánea de recuento
y disuasión...

que no sirva de precedente.

Es verdad que estabas
más guapa que nunca,
con tu tráfico, tus lucecitas de navidad
encendidas desde agosto,
tu amanecer
tremendamente adictivo
por su naranja
y la contaminación.
Te sienta bien la contaminación,
esa mañana te sentaba bien,
filtraba la luz como el papel cebolla
y ese amarillento nublado
también resaltaba
el azul de mis ojos.

 Tus mañanas son como las mías,
con ese rastro de pintura negra en el contorno
y ese violeta de temprano, de ojeras,
por las secuelas de la noche
ajetreada.

¿Soy yo la que se parece a ti o eres tú,
que me has estado tentando hasta convertirme
en lo que tú querías?
 Este saco de ojeras y de huesos
que vaga por tus cloacas esperando
que te dé por sacarme de ahí y
me pagues lo que me debes.

Se nota que no tienes ni puta idea
de donde vengo ,
se nota que no sabías quien era
hasta que me tragiste a tus cloacas,
si lo supieras
me habrías puesto en otro sitio.

Pero da igual.
Porque mi excentricidad era inapreciable
al lado de la tuya,
mi soberbia era una canica
al lado de la tuya,
y por eso siempre me sentí
cómoda bajo tu látigo,
porque mi locura y mi crueldad
pasaban desapercibidas
y en comparación
aquí yo era David
y tu Calígula.

Eres tan cínica,
eres tan jodidamente cínica
hija de puta que pareces el mismo Dios
te crees el mismo Dios verdad?
Pues he venido a darte de tu propia medicina.
Te crees que tu administras
y repartes, y partes la pana
pero se nota que no tenías ni idea
de quien era yo antes de traerme,
y eres tú la que se parece a mí,
la que ya quisieras parecerte
un poco a mí,
ya quisieras.

 Este domingo has estado muy cerca.
 Pero eso.

Que no sirva de precedente.






domingo, 5 de julio de 2015

IV

Tú te has empeñado en buscarme
sin bombonas, a pulmón,
agua adentro una y otra,
día tras día y ni rastro..

Primero en el muelle,
con caña vulgar y paciencia
mucha paciencia,
y luego las redes, los barcos
y otros métodos sofisticados
que fuiste escogiendo
según los fracasos

y así uno por uno,
todos los charcos
las aguas pantanosas y los mares
que fueron allanados
en mi busca
te parecieron insuficientes
y seguías queriendo más,
sin importar las pérdidas
y las bajas.

-y da igual por más velero
o por más yate
que intentaras,
por más técnica avanzada:
yo nunca fui pez de orilla.

Hubieras necesitado un leviatán.

domingo, 1 de febrero de 2015

N18

Ellos pasan por el Puente de los Franceses
igual que por Atocha,
van al manzanares,
patinan, ríen, cantan, fuman,
vuelven a su hogar
transeúntes, subterráneos,
tal vez en la línea verde o la marrón.

Yo paso por Cuatro Vientos
y sólo veo el frente,
el Puente de los Franceses,
mamita mía y los milicianos.
Tal vez yo también vuelva a mi hogar,
si lo tuviera,
 antes de que el metro abra
y bajaré hasta Cibeles
para coger el N18 hasta Casa de Campo.

Ellos no lo saben,
en la Casa de Campo, mamita mía,
montamos un muro.

Yo miro al Manzanares
con ojos de Vicente Rojo
y al metro como
refugio antiaéreo.

No veo al Ateneo como una reliquia,
aún no he enterrado a mis muertos,
cuando paso por ventas
siempre me acuerdo de Victoria Kent.

Y así siempre en las travesías,
voy a Valencia y veo las colas zarpando al exilio
y los cuadros del Prado.
Muchas veces he estado en Plaza Cataluña
y nunca pienso en el Hard Rock Café
ni en las floristerías
sino en la Telefónica
y en García Oliver.

Ellos no lo saben, mamita mía,
bailan, juegan, hacen turismo
los hijos del siglo XXI
sobre la última capa de tierra
del castillo de Montjuic,
velan a sus muertos
en el Cementerio del Este,
que ahora es mucho más grande que entonces,
y pasean por las calles céntricas
mientras yo me disuelvo en ellas
y me vuelvo invisible
como Federico Sánchez.

Cuando me ves ahí,
entre ellos,
disfrutando el atardecer, aparentemente,
con la mirada perdida entre el Manzanares
y mis papeles, no estoy pintando un cuadro,
estoy trazando planos y vendettas,
apurando los últimos minutos como Miaja,
cubriendo puntos débiles y anotando bajas.

Ellos no lo saben: cuarenta años de paz
no son nada,
pero hay quien tiene memoria de elefante.

Yo lo intuyo,
las tragedias se repiten,
las tragedias se repiten como tragedias,
por eso, cada vez que paso
por el Puente de los Franceses

me pongo triste.