domingo, 18 de mayo de 2014

Después del Big Bang

Poetas del mundo:
Sé bien que vosotros habéis naufragado otras islas, 
otros tiempos, otras visiones...
Pero también sé que tuvisteis que huir perseguidos
pòr los mismos fracasos,
por la misma desvergüenza que encorva columnas
y siega voluntades,
por la misma banalidad y brutalidad que nos arrasa,
desde el minuto uno después del Big Bang 
o después del séptimo día,
según el intérprete.
Sé bien todo eso.

Que os excluyeron,
os tomaron por intrusos
y os obligaron a mendigar
un retazo por un verso,
y por un verso la vida.
Un verso que es lo único,
la única prueba de que fuimos grandes,
siempre en tiempo pasado,
pero lo fuimos,
lo fuimos.

Y aún así 
os visteis obligados a agachar la cabeza,
a buscar un trabajo de verdad,
un trabajo de verdad 
y no esa bobería de discurso inocuo,
y no esa palabrería zángana que 
remueve la tierra sembrando
canciones de gallinas que
se rebelan 
contra granjeros,
ni qué gato tres-patas
ni qué cuento chino.

Sé bien que se burlaron, 
que os invitaron a marcharos a la cueva,
que aquí nunca tuvisteis sitio 
ni fue vuestra hora,
que os invitaron a morir en ostracismo
que os citaron en vano e incluso
manipularon vuestras palabras.

Por eso tenéis que venir cuanto antes.

Por eso mismo he venido en persona a reclutaros,
con esta arenga intempestiva que asusta,
y alzo la voz como un puño
y parece que me enfado
(y no me enfado, es que si no nunca me escucháis)

He venido a pediros que os unáis a mí
en la última gesta, la definitiva,
la nunca más,
el verso o la vida,
a invitaros a que os rebeléis contra esta
sinrazón que nos exilia,
a que os neguéis rotundamente 
al lamento improductivo 
o al silencio por el miedo.

Poetas del mundo, 
ha llegado la hora de erguirse
como un tsunami atronador
que barra las calles y surque
las cañerías y los ríos...
dejando tras de sí una prueba,
quizá la última
estela
de esperanza viva.

Ha llegado la hora 
de acabar con la poesía triste y autocompadeciente,
de lamerse las heridas y alimentar rencores,
de consejos vendo, y para mí no tengo.

Tenemos que celebrarnos.
Tenemos que salir de las cavernas
no como gazapos asustados sino 
como los héroes que fuimos.
Porque lo fuimos y el tiempo nos dará la razón.
Y porque donde hubo siempre queda.

Sé que en vosotros queda algo de inocencia,
que todavía, en ocasiones, 
cuando nadie os ve reís como niños
y os sentáis a conversar en el fuego
y os siguen sorprendiendo 
y encandilando
los astros,
y a veces,
incluso,
os habéis sentido
los más dichosos de la tierra.

Es esto lo que hay que contar.

Ha llegado la hora de engendrar 
el más alegre de los cantos
para combatir la retaguardia.
Hay que acabar con el derrotismo 
y el lamento estéril,
con el ombliguismo y el cinismo
despiadado.

Camaradas,
hay que acabar con la poesía triste definitivamente.

Aunque para ello tengáis que matarme.





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